Utopia Siglo XXI

 

 

Diario educativo de Feliciano Robles, para tratar de conseguir una Educacion integradora y liberadora en los valores humanos que mas dignifican a las personas.

 

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miércoles, abril 02, 2003

 

La guerra y los niños (III)

Feliciano Robles Blanco

Este es el tercer aporte que trata sobre la incidencia que pueda tener la Guerra sobre la psicología de los niños, a raíz de la enorme cantidad de imágenes de extremada crudeza y violencia que están viendo en la televisión, donde presencian una Guerra televisada prácticamente en directo y desde diferentes zonas del conflicto con muchos mensajes manipulados y adulterados.

Me ha llegado una reflexión de como una persona trata de explicar este conflicto a su hija, yo coincido con dicha versión, porque estoy plenamente convencido de que más allá de lo que oficialmente nos dicen yo veo básicamente un conflicto por motivos económicos para tratar de apropiarse de las enormes riquezas que posee Irak y de paso activar una vez más la enorme industria de desarrollo y construcción de armamento. Siento estupor si este conflicto llevase a la convicción de los niños que para conseguir aquello que se desea el único método válido es aplicar la violencia hasta sus últimas consecuencias.

La guerra explicada a mi hija

Marcos Roitman Rosennman

Hija, esta guerra puede asimilarse a los relatos e historias de piratas.
Individuos que en un tiempo se consideraron dueños de los mares con sus
propias normas de conducta. Su sobrevivencia dependía en gran parte de
respetarlas. No necesitaban mucho más. Como me lo explicó mi maestro,
parafraseando a Platón, los ladrones necesitan creer en sus reglas para
poder mantenerse en este mundo. Es la moral de los piratas. Un código
deontológico. En otras palabras, unos principios del deber.

Los piratas, según su criterio, no son malas personas, simplemente
tratan de hacerse ricos aprovechándose de los ingenuos, de otros piratas
o de cualquiera que se ponga en su camino. No hay botín pequeño. Todo
puede ser útil en tiempos de escasez. Te diré que algunos piratas
famosos contaron con los favores de la monarquía británica; Francis
Drake, por ejemplo, se convirtió en amante de su majestad, la reina
Isabel I de Inglaterra, que posteriormente lo nombró miembro de la
corte.

En fin, estos personajes fueron reales y en nada se parecieron a los
cuentos de El capitán Garfio o La isla del tesoro. Han sido sujetos sin
escrúpulos en busca del momento oportuno para atacar cuando uno menos se
lo espera y siempre a traición. Despliegan la bandera de la muerte
minutos antes para dejar constancia de sus objetivos. No se andan con
chiquitas. Matan, torturan, violan y de paso se apoderan de todo lo que
pueden. Si el barco les compensa se quedan con él. A los sobrevivientes
los convierten en esclavos. Actúan en solitario y son desconfiados por
naturaleza. Deben ejercer un poder tiránico sobre su tripulación. Su
dominio lo construyen partiendo del miedo y el desprecio a la vida. Así
se hacen fuertes y construyen leyendas.

El pirata Barba Roja es otro ejemplo. Continuamente deben ir por los
mares protegiendo su fama. Entre más desastres acumulen más
reconocimiento tendrán entre sus iguales. Y no olvides que en su círculo
de protegidos deben existir aduladores cuya labor es ir vociferando sus
proezas y escribir en un diario sus conquistas. La mayoría son gente con
pocas luces, aunque con gran desparpajo. La ignorancia los hace
intolerantes. Aborrecen la cultura y el saber. Provienen de diferentes
países, pero hablan el mismo idioma, aquel que menosprecia la verdad y
la dignidad. Por ello se reconocen en sus fechorías. Hay incluso quienes
desean fervientemente vivir al lado de quien es considerado por sus
iguales el gran pirata. De vez en cuando, en su grandeza, el gran pirata
ofrece fortuna a sicarios, asesinos asalariados, para que lo ayuden en
sus planes. Tampoco duda en comprar aduladores con regalos, siempre una
minucia en relación con sus fondos. Incluso tienen testaferros, gente
que se presta a figurar en vez del pirata mayor cumpliendo sus órdenes,
y también comparsas, acompañantes que no tienen personalidad propia y le
aplauden sus tropelías. A éstos -comparsas, testaferros y aduladores-
los mantiene cerca y les hace creer que son sus amigos, los invita a
fiestas y banquetes y se muestra unos instantes con ellos, el tiempo
suficiente para dejarlos contentos y que puedan vanagloriarse de estar
cerca del gran pirata. Así se sienten satisfechos y creen formar parte
del círculo de poder.

Si recuerdas te había mencionado el código de honor de los piratas. Sin
embargo, en ocasiones el gran pirata necesita saltárselo para demostrar
su poderío. Cuando eso pasa, los piratas menores asienten con la cabeza
y llegan incluso a festejarlo; es una manera de reconocer su sumisión. A
pocos se les ocurriría decir algo. Les cortarían la lengua. Y si alguien
levanta la cabeza seguramente se la separarían del cuerpo. En fin, pocas
posibilidades tienen los detractores en el mundo de los piratas. Piensa
que hablamos desde su mundo. No desde el nuestro, que los denuncia y
aborrece.

Pero no siempre les salen bien las cosas. Hay ocasiones en que los
descubren y se deben retirar. Esperar otra mejor oportunidad. Ahora
bien, cuando el botín les es necesario para seguir existiendo y
manteniendo su poder, se vuelven locos. Los ojos se les salen de sus
órbitas y el ansia de oro, hoy digamos petróleo, es tan grande que su
codicia no tiene límite. Llegados a este punto, no hay ninguna razón que
sirva para disuadirlos de su plan. No te engañes, el gran pirata siempre
tiene un plan. Sin muchos cambios sus estrategias son previsibles:
atacar, matar, destruir y arrasar. Si su fuerza es suficiente atacará
sin piedad, no le importará nada. El abordaje está preparado y no hay
vuelta atrás. No necesita más que su barco con cañones y munición
suficiente, amén de una tripulación obediente. Y si apoderarse del botín
le supone mantener su poder por décadas no dudará en convencer a piratas
menores de participar en el ataque. Para convencerlos no necesitará
mucho esfuerzo, siendo que los otros piratas comparten sus mismos puntos
de vista. Tienen sus claves secretas, sus lugares de reunión donde se
citan para emborracharse, contarse sus fechorías, tomar mujeres y
dividirse el mar. Teniendo claro su próximo golpe se reparten las
funciones: por babor, por estribor y algunos esperando en la
retaguardia. Hay que garantizar todos los frentes.

Pero no te olvides, hija, que siempre hay uno que manda sobre todos los
demás, es el que decide y no comparte ese privilegio; los otros acatan y
se muestran complacientes, no sea que los quite de su círculo de piratas
compinches. El premio por permanecer a su lado será participar del
botín. Recibirán una parte, aquella que él decida y en las condiciones
que determine. Sin olvidar que deben pagar los costos de la campaña. Si
quieren beneficios el gran pirata los descontará de los riesgos y
percances sufridos en el abordaje. Es posible, entonces, que los
comparsas no obtengan ningún beneficio. Si el gran pirata no pensara de
esa manera antes de emprender la guerra, no sería pirata. Por ello
embauca y engaña a otros de igual o peor condición. Al final de la
campaña siempre saldrá ganador, dejando a su alrededor una huella de
muerte y tragedia humana. Si no fuese así, no estaríamos hablando de
piratas.

Hoy, los piratas no existen. Por suerte han desaparecido. ¿Pero qué
digo?, sólo han cambiado de traje y de tiempo. Hoy el pirata mayor vive
en Estados Unidos, procede de una familia de piratas, se llama Bush y
sus comparsas están repartidos por el mundo. Sus nombres, como los de
todos los piratas menores, no serán recogidos en las enciclopedias. En
cualquier caso conviene que no los olvides.

 

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