Utopia Siglo XXI

 

 

Diario educativo de Feliciano Robles, para tratar de conseguir una Educacion integradora y liberadora en los valores humanos que mas dignifican a las personas.

 

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viernes, octubre 31, 2003

 

Los Santos

Feliciano Robles Blanco

Hoy es uno de esos días que se sienta uno a gusto delante del PC, porque tengo ganas de relatar un poco como era la festividad de Los Santos, en mi niñez, ahora que ya ha sido sustituida e importada de Estados Unidos con el nombre ese tan raro de Halloween.

Quiero que os situéis en el Valle del Jerte en un pueblecito en mitad de la ladera norte, y paréis un momento a contemplar el mágico paisaje que el otoño proporciona. Está todo el valle como una alfombra multicolor, ya que la mayoría de los árboles son de hoja caduca pero por estas fechas el color de las hojas de cada árbol es distinta, así mezclado entre olivos se pueden ver a los cerezales, las higueras, los castaños, los robles, las vides, y muchos frutales más, contrastando con el verdor de las praderas y el verdor incipiente de los pastos de la dehesa, cuando viene un otoño lluvioso como es el caso de hogaño.

También quiero que retrocedáis a la década de los 50, que es cuando tenían lugar estos recuerdos, era un pequeño pueblo, pero bullicioso y alegre.

En mi casa éramos muy pobres, y en este día había la costumbre de que los niños salíamos con una cestita a casa de los familiares más allegados para que nos diesen algún aguinaldo para poder merendar con los amigos. Yo iba siempre a tres casas. Primero iba a casa de mi tía Modesta que era la rica de la familia, y a mi me ilusionaba que a estas alturas del año todavía tuviese en el arca algún chorizo guardado de la matanza pasada, así que junto al chorizo me daba también unas cuantas naranjas, y alguna perrilla suelta. De allí seguía el recorrido y me iba a ver a mi madrina Bárbara, que siempre me guardaba unas granadas de un pequeño huerto que tenía, no se por qué, siento yo un especial deseo por las granadas en esta época del año. Finalizaba el recorrido en casa de mi abuela Miguela, también era clásico su aguinaldo, ella me guardaba un pequeño tarro de miel sacado de sus colmenas, y unos cuantos higos secos y unas castañas para asarlas.
Así era más o menos el recorrido cada año.

Pero guardo un especial recuerdo de Los Santos de 1961 cuando yo tenía 13 años, no se por qué razón este día estaba prohibido que hubiese baile en los casinos del pueblo, así que era costumbre que toda la juventud se fuese al campo a pasar el día a merendar los aguinaldos que se habían conseguido,

Yo ese año fue la primera vez que salí con mis amigos y amigas al campo, y junto con los comestibles que llevábamos, juntamos el dinero que teníamos y pudimos comprar unas gaseosas, creo que fue la primera vez que compré algo en un bar y concretamente fueron esas gaseosas que nos llevamos al campo.

Nos fuimos a un cerezar de una de las chicas, de la cuadrilla, situado a unos dos kilómetros del pueblo, pasamos la tarde muy bien y al regresar: y esto es lo que hace para mi inolvidable este día me acerqué u una chica y la dije que me gustaba, fue mi primera declaración de amor, ella se puso colorada muy colorada, pero antes de llegar al pueblo ya oscurecido, me dijo que yo también le gustaba a ella, y al separarnos aquel día me dio un pequeño beso en la cara que aún recuerdo y siento el calor en el lugar exacto que fue.

Desgraciadamente quince días más tarde emigré hacia Cataluña y aquel incipiente amor y otras muchas cosas más se perdieron para siempre.

Una cosa, viví veinte años en Cataluña y siempre me consideré un emigrante.

 

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