Utopia Siglo XXI

 

 

Diario educativo de Feliciano Robles, para tratar de conseguir una Educacion integradora y liberadora en los valores humanos que mas dignifican a las personas.

 

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sábado, enero 31, 2004

 

Estimados lectores de mi weblog y de los diferentes foros donde participo, os adjunto un escrito precioso que ha llegado a mi PC escrito y publicado en Diario de Córdoba por un ciudadano llamado Carlos Rivera, que me ha emocionado y comparto su punto de vista y llamamiento a que los políticos recuperen los mensajes políticos de contenido ético y didáctico, puesto que al polarizar sobre ellos los focos mediáticos sus insultos y descalificaciones son luego manifestado a todos los niveles de la conducta humana especialmente en los más jóvenes.
He indagado en los buscadores para poderle mandar un mensaje al autor de este artículo pero me aparecen 1850 Carlos Rivera diferentes.

Ciudadanos,

por Carlos Rivera

El 20 de enero de 1961, cuando yo era un chaval de 19 años y en un mundo angustiado entre el rearme de los bloques y la guerra fría, tomó posesión de la presidencia de Estados Unidos John F. Kennedy. Pocos años después, en una fría mañana de otoño de Madrid, cuando me dirigía, en compañía de otros jóvenes, a visitar El Escorial, tuve noticias de su asesinato. No recuerdo particularmente el impacto de la primera fecha tanto como el de la segunda. Sí recuerdo que vi en uno de aquellos viejos televisores en blanco y negro del año 1961 la toma de posesión en la que aparecían el presidente entrante Kennedy y el saliente Dwight Eisenhower, ambos tocados con sombrero de copa.

Hoy, al recordar aquella fecha, tengo la sensación de haber asistido desde una suave lejanía a un protocolo inusual en el que la elegancia y cierto toque de romanticismo le prestaban a la política un matiz de distinción. Desde la misma suave lejanía recuerdo las primeras palabras de Kennedy al dirigirse a los ciudadanos de su país con esta frase: "My fellow citizens", un término de cercanías que ya había sido utilizado por George Washington. La presumible revolución que implicaba aquel cambio generacional en el país más poderoso de la tierra, no sólo estaba en las formas sino también en el lenguaje.

Los jóvenes de mi generación contemplábamos aquellas imágenes de la toma de posesión de Kennedy como si vinieran de otro planeta. Aquel presidente americano pedía a sus ciudadanos la unidad frente a los enemigos comunes del mundo, que eran, por este orden, la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra.

Cualquiera de nosotros, pobres idealistas hambrientos, se identificaba con aquel discurso de apertura de un hombre relativamente joven que apostaba por una sociedad libre y justa. Porque no sólo se dirigía a los ciudadanos de su país sino que terminó su alocución invocando a los ciudadanos de todo un mundo que no quería dominar sino compartir, edificando un futuro en paz.
Luego, pasó lo que pasó, que se nos fue diluyendo aquel discurso de espuma cuando la "crisis de los misiles" con un Fidel Castro que, a los más atrevidos, nos invitaba no sólo a la revolución de las palabras sino a la revolución de los hechos. Otra ilusión política perdida.

Ya de por sí nos parecía venturoso que los países tuvieran un presidente de gobierno elegido por los ciudadanos y no un dictador, como en aquella España de nuestras inquietudes juveniles. Aquello era otra versión hollywoodiana de la vida para nuestro idealismo en plenitud. Aquello era una política de cine. Sucedía ante nuestros propios ojos en un plató imaginario. En la España real ni siquiera había comenzado el sueño. Vino, lo vimos, pero no lo vencimos. El Rubicón de nuestra democracia pronto cambió sus aguas primordiales por los vertidos tóxicos.


Y de nuevo estamos en campaña. En Estados Unidos hace ya muchos años que se terminó el romanticismo. En España, últimamente, el término ciudadanos ha ido menguando en consideración. Y es como si tuviéramos la sensación de estar en un nuevo punto de partida con la retirada de los políticos prepotentes y maleducados que nos han tratado con una patada en el trasero de nuestras libertades.

Tanta pérdida de dignidad democrática será de difícil recuperación, aunque nos quede el consuelo, por ahora, de que al menos la buena educación, las buenas formas, si no el romanticismo, se impongan no sólo en la próxima campaña electoral sino en el resultante de la misma. Que el gobierno que salga de las urnas nos considere, de nuevo, ciudadanos sería una conquista que no deberíamos despreciar.

Sólo aspiramos a que se nos trate con respeto, si no es mucho pedir. Que los señores Zapatero o Rajoy terminen con esa violencia invisible de ejercer el poder como "capos" de una banda de políticos que se sienten por encima de la misma democracia, como caudillos de una bandería y no como presidentes de gobierno.

Con eso podríamos conformarnos. Será un alivio ser tratados con educación. Y que luego, gobierne quien gobierne, lo haga con la discreción y el respeto debido a una palabra cuyo significado no vuelva a ser pisoteado. La palabra "ciudadano": "sujeto de derechos políticos que interviene, ejercitándolos, en el gobierno de su país". Ni más. Ni menos.

Fuente: INFOVERDES Y DIARIO DE CORDOBA
http://feliciano.blogspot.com

 

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