Utopia Siglo XXI

 

 

Diario educativo de Feliciano Robles, para tratar de conseguir una Educacion integradora y liberadora en los valores humanos que mas dignifican a las personas.

 

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jueves, septiembre 16, 2004

 

APRENDER A SER, HACER Y TENER

Capítulo 2-14: Aprender a premiar y castigar (II)

Hola amigas y amigos: Voy a tratar de explicar la percepción que tengo yo de los castigos que se imponen a los niños y adolescentes por parte de sus superiores, familiares o docentes.

Yo soy una persona que no me gusta castigar a no ser que el castigo, sobrevenga después de que el niño reconozca que ha hecho algo mal y el mismo considere que merece un castigo por lo que ha hecho. No obstante eso casi nunca he castigado a mis hijos ni a los alumnos, si bien reconozco que con el alumnado debería haber sido más sancionador en algunos casos.

Yo he observado que hay diferentes tipos de personas: Una de ellas es la que tiene un tic autoritario, y le gusta ordenar y mandar que se haga todo según a él o a ella le parece que se debe hacer aunque otras personas incluido los niños no estén de acuerdo con ello.

Otras personas son las que creen que con los débiles sean niños, mujeres o subordinados hay que tener mano dura y no ser un blandengue porque todo el que puede te la juega y que la letra con sangre entra. Por estas causas es por las que más se castiga a los niños al menos los que han sido mis alumnos y alumnas. Muchos de ellos sienten pánico al recibir el boletín de notas trimestral porque ya saben la bronca y el castigo ejemplificante que les espera. A veces esos castigos son desproporcionados y abusivos y producen un efecto contrario al buscado.

De la conducta de estas personas yo discrepo totalmente, yo creo que el aprendizaje significativo surge con el trato agradable, el cariño, las buenas enseñanzas, las demostraciones útiles, y sobre todo si a las personas se les inculca el interés por aprender y conseguir la satisfacción que produce cuando cada día uno sabe percibir que ha aprendido algo bueno

Hay otras personas que amenazan permanentemente con castigar pero no lo hacen, y enseguida les empiezan a tomar el pelo porque saben que amenaza pero no actúa. A veces estas personas deciden castigar pero luego sienten remordimiento y enseguida levantan el castigo.

Yo he estado varios años en la Comisión de Convivencia de mi Instituto y hemos tenido que juzgar y sancionar las faltas cometidas por alumnos, y la verdad es que pocas veces hemos conseguido que el castigo fuese ejemplificante y el sancionado cambiase de conducta.

En el clima ambiental de los colegios e Institutos, hay muchas conductas que deberían sancionarse y no se sancionan, porque a veces habría que entrar en sancionar también a los docentes o al menos llamarles la atención y eso casi nunca se hace.

A mi me parece que el mejor antídoto para los castigos es que se enseñe a los niños desde pequeñitos a ser responsables y a enseñarles las cosas que están bien y las que están mal. Y que hay cosas que salen mal no es por hacerlo expresamente sino por fallo natural. En ese sentido los adultos tenemos que tener una buena percepción y no sancionar o castigar cosa que ocurren sin querer.

Me estoy refiriendo por ejemplo a que si un niño rompe algo o lo deteriora o lo pierde, si no lo ha querido hacer expresamente pues no tiene que ser sancionable. Y en el tema del rendimiento escolar, los padres tenemos que ser conscientes de cuales son las posibilidades de cada uno de nuestros hijos, y no montar un cirio cada vez que vemos un suspenso en su boletín de notas.

Un cordial saludo
Feliciano


 

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